2006-05-18

Gracias!

Debe haber sido por allí por el 93…

Enrique y yo nos enontramos por primera vez cuando comenzamos un curso de tango que por esas cosas de la vida yo no terminé, pero el si. El siguió bailando y bailando bién y cada vez que nos veíamos por ahí me incitaba a reintegrarme a la escuela y a veces, sólo a veces, me invitaba a bailar a Copenhague...

Pero él era muy buenmozo y yo muy casada así es que nunca lo acompañé.

Hace cuatro años atrás, a fines de junio nos cruzamos en la calle como tantas otras veces y aunque yo seguía igualmente casada él me debe haber parecido casi feo ya que apenas había nombrado la posibilidad de ir al tango yo ya había aceptado.

Recuerdo que era el último viernes de junio cuando con ansia y con temor llegué a la escuela de tango que ya no era la de nueve años antes. La profesora, que tampoco era la misma, me dió la bienvenida y me informó que debería esperar hasta después del verano para empezar a aprender a bailar tango... La escuela estaría cerrada durante el mes de julio ya que ella se iba a Buenos Aires.

A mediados de agosto pude por fin empezar batallar con los cortes y quebradas. Cada viernes al principio y cada viernes y domingo más adelante, era una de las primeras en llegar y una de las últimas en irme. “Clases abiertas”, la mejor manera de aprender a bailar tango, según yo misma... Entre la una y las siete de la tarde estábamos allí - y aún seguimos - entrenando nuevos pasos, nuevas figuras, aprendiendo técnica y charlando, comunicándonos nuestro sentir por el tango.

En la clase abierta, todos bailan con todos.


No así en las milongas...

No encontré la forma de motivar a mi esposo para que me acompañara y así fue que mis primeros meses de tanguera tangómana los pasé lamentando no ser casada con un aspirante a bailarín ya que en el mundo del tango, como en el mundo en general, las mujeres somos mayoría y eso significa mucha espera, mucha frustración - tristeza tanguera.
Creí que había dejado de lamentarlo en el mismo momento en que decidí que aprendería el rol de hombre...

Para entonces Enrique había partido a Chile y estuvo ausente todo mi primer año tanguero. Cuando volvió, más buenmozo que nunca, no venía solo.
Entonces, la definitivamente fea, fui yo.

Muchas Gracias Enrique! Sin tu incansable insistencia mi vida hubiese sido mucho más pobre.



















La oreja de Enrique y yo en una foto disparada por la buenamoza que lo conquistó


La noche en que el 2005 pasó a ser el 2006 me encontré con Inger, una de las tantas suecas amantes del tango argentino en esta región, que desde hacía tiempo me insistía en que yo debería "dármelas" de profesora de tango. Esa noche, mientras cenábamos y charlábamos (con/de) España en el corazón, supo regar la semilla ya plantada... Le costó mucho persuadirme, pero a fines de marzo lo logró. Me llamó una tarde y me dijo: Jag har 10 par som är intresserad... en español: Tengo 10 parejas interesadas en aprender... Te están esperando!

Y así empezaron veinte suecos a batallar con los cortes y quebradas. Y yo, haciendo alarde de mi equilibrio en cada uno de mis dos roles, les fuí guiando por los vericuetos del tango.
A medio camino se me cruzó Rolf. Un tanguero - también él sueco - que lleva muchos años bailando tango en un sinnúmero de ciudades del mundo. Fue una tarde en que sólo él y yo bailábamos en la sala de mi casa cuando nació la idea de invitarlo a compartir el curso conmigo. A él le entusiasmó la idea y así lo hicimos.























Tango junto a mi ventana...




* * *



Esta noche llegué a casa con flores y una botella de vino mendocino, Gran Lurton - regalo de mis alumnos y una gran alegría en mi corazón tanguero - regalo de la vida. Fue hermoso y gratificante ver como después de ocho lecciones breves, esas veinte personas – en Trelleborg, una ciudad con menos de 40 000 habitantes situada en el sur de Suecia a unos 12 000 kilómetros de Buenos Aires – bailaban tango argentino.




A mi no me digan que los suecos son frios!



Ellos me han dicho que quieren continuar. Les he nformado que buscaré una reemplazante.
Ahora la que se va a Buenos Aires soy yo.




Muchas Gracias Inger! Sin tu incansable insistencia mi vida hubiese sido mucho más pobre.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maya
ya nos conocemos hace un tiempo, hemos habldo, chateado, te he visto en mi computador.

Espero que no esté lejano el día en que bailemos tango (aunque yo no bailo, imagino contogo ocurrirá la magia) a los pies de esa torre alucinante que Calatrava consiguió levantar en el provincial Malmö (que alguna vez divisé del otro lado del Sund, junto a una cuyo nombre prefiero olvidar).

Bailemos?

May@ dijo...

Rainiero, imaginas mal. Esas magias no se dan en el tango...

Deberias estar acá en Copenhague, en el festival de tango aprendiendo, aprendiendo...

www.tangofestival.dk