Entrar a este mundo de mujeres desnudas es algo muy especial...
Me imagino que la que atraviesa ese umbral sin saber lo que le espera, tarda unos segundos en entender que lo que tiene a la vista es una escena cotidiana en “Kallis”, como las habitantes de Malmö llamamos a nuestra piscina, y no una imagen superrealista de algún creador sobreexcitado.
La gama de cuerpos es muy amplia.
Cuerpos jóvenes, cuerpos de mediana edad y cuerpos viejos.
Cuerpos grandes, cuerpos medianos y cuerpos pequeños.
Cuerpos bien formados, cuerpos comunes y corrientes y cuerpos desformados.
El color de algunos de los cuerpos acusan haber estado allí más tiempo del aconsejable y otros, por su palidez, hablan de la primera vez...
La inmensa mayoría de los cuerpos reflejan una gran comodidad al haber sido despojados de cada una de las prendas con que usualmente son censurados pero uno que otro pareciera estar sufriendo una grave violación a su integridad.
Los miro, los veo... imposible es dejar de notar la moda reinante. Las muchachas jóvenes casi en su totalidad estan rasuradas concienzudamente. Algunas lucen verdaderas creaciones artísticas. Deslizo mi mano y confirmo que hace mucho que no juego con la máquina de afeitar...
Miro a los cuerpos mayores y aunque tampoco ellos lucen mucha frondosidad caigo en cuenta que la comparación es muy injusta. Me averguenzo en nombre de mis hermanas mayores y activo otro sentido...
También cual vieja adolorida cambio de posición sentándome de espalda al sol. A mi frente derecho veo la la torre de Santiago Calatrava, esa que en una disociación que despierta la envidia de cualquier tanguero, pareciera empeñarse en horadar el cielo. Turning Torso.
A mi lado ronca una muchacha joven cuyo vello labial brilla al sol por las minúsculas e inumerables gotas de transpiración que lo decoran haciéndolo parecer una vitrina navideña escandinava. Cierro los ojos a medias como para congelar en mi retina la imagen fresca de mi imaginario.
Entiendo que el calor me está haciendo mal..
Al pasar por la boletería vi que había una seria advertencia de florecimiento de algas por lo que elijo no bañarme en el mar. No quiero por nada del mundo arriesgar intoxicarme. Al volver de la ducha veo un brazo que se agita en el aire para llamar mi atención. Es el brazo de una taguera que al seguirlo con mis ojos me lleva a su hermoso cuerpo rollizo que ella trata de ocultar con un pañuelo gigante que pareciera estar más interesado de dejarse seducir por el viento...
Esta vez me acuesto de espalda y me concentro en el tacto... en mi piel y en la temperatura que le va dando el sol al bañarla como si quisiera enamorarla. Siempre fui enamoradiza... por lo que separo mis piernas en un gesto de entrega para que el sol me penetre a sus anchas...
Sonrío felíz.
Me despiertan las vibraciones de mi celular. Un amigo me llama desde la playa invitándome a cenar a un restaurant de por allí cerca.
Lo que ocurrió al llegar al restaurant apareció en las noticias .
Una invación de “mariquitas” trunco nuestros planes de cenar a la orilla del mar.
Tengo un vino blanco en el refrigerador, le dije con tono de invitación. El, con una sonrisa que dejaba chico al sol, me acompañó...